Además que por su vibrante cultura y su contagiosa música, la joya del Caribe es conocida por el aroma y sabor especial de su café, la suavidad de su ron y la calidad de su tabaco. Tres productos mundialmente reconocidos que forman parte de las tradiciones de la isla y que han sabido mantener su elaboración artesanal.
El café cubano es algo más que una bebida. Fueron los colonos españoles quienes introdujeron este producto en la isla en el siglo XVIII. Su cultivo se extendió rápidamente gracias al clima favorable y a las tierras fértiles de Cuba, con las regiones montañosas de la Sierra Maestra y Pinar del Río como principales centros de producción.
La preparación del café cubano sigue todo un ritual. Los granos se tuestan a fuego lento, se muelen y finamente se filtran con agua hirviendo en una cafetera tipo espresso. Lo que distingue este café de otras especialidades es que se le añade azúcar durante la preparación, lo que crea una crema dulce y espesa en la parte superior, la “espumita”. Este café fuerte y dulce, que se consume en taza pequeña y a pequeños sorbos, suele ofrecerse a los visitantes como símbolo de hospitalidad.
El ron es otro producto que ha puesto a Cuba en el mapa mundial. Su historia también se remonta a la época colonial, cuando los esclavos africanos trabajaban en las plantaciones de caña de azúcar. A partir del jugo de caña fermentado, conocido como “guarapo”, se destila el ron, que luego se envejece en barriles de roble durante varios años para alcanzar su característico sabor suave y complejo.
Existen varios tipos de ron en Cuba, desde los más jóvenes y ligeros hasta los añejos y reservas especiales. Pero el ron no sólo se disfruta para preparar ricos mojitos y daiquiris, sino que también se usa como ingrediente culinario, para marinar carnes y preparar postres.
Y llegamos a la joya de la corona: el tabaco cubano, considerado el mejor del mundo. Las plantaciones de tabaco de la región de Vuelta Abajo, en Pinar del Río, producen hojas grandes y muy finas gracias a la combinación única de suelo fértil y clima ideal.
Con ellas se elaboran, entre otros, los minis cubanos, cuya fabricación se ha perfeccionado durante siglos. De hecho, la mecanización del tabaco en Cuba empezó en la segunda mitad del siglo XX, cambiando el modelo de torcido a mano por el de máquina, una técnica que permitía ahorrar tiempo conservando todo el sabor y aroma del tabaco.
En resumen, tres productos que gracias a la calidad de su origen y a su cuidada elaboración han trascendido fronteras y se han convertido en símbolos de la tradición y del sabor de la isla. Así, cada sorbo y cada bocanada cuentan una historia que merece ser conocida y apreciada.